Asomadas al colapso de la arquitectura europea // Beatriz García, Marisa Pérez Colina, David Gámez (Fundación de los comunes)
¿Dar marcha atrás o cambiar la Unión Europea? Una pregunta en la que nos
va la vida
Sabemos que nuestra vida se decide en gran medida en Bruselas y Frankfurt. Ya no hay
forma de obviar nuestra pertenencia a una estructura supranacional llamada
Unión Europea ni de esquivar la obligación de tenerla en cuenta para pensar las
transformaciones sociales y políticas que deseamos y necesitamos.
Dado el papel de la UE tanto en la imposición del neoliberalismo
como en las actuales políticas de austeridad (en connivencia indispensable con
las élites estatales) y dada su falta de democracia, a la hora de pensar qué
hacer, los movimientos y personas en favor de los derechos humanos y la
justicia social suelen debatirse entre "dar marcha atrás" o
"intentar cambiarla".
La primera opción, "volver
al Estado-nación", suele defenderse en términos de "recuperar la
soberanía perdida". Ahora bien, aunque es cierto que los Estados-nación
han visto mermada su capacidad de decisión al integrarse en la UE, no cabe
olvidar que la verdadera artífice de este proceso es la globalización neoliberal.
Esta nueva etapa capitalista, caracterizada por mecanismos de
deslocalización productiva y de financiarización es lo que llamamos
"dictadura de los mercados" y ningún país, ni dentro ni fuera de la
Unión, parece quedar a salvo de ella. Además, 30 años de UE han modificado la
estructura económica de todos sus Estados miembros.
En la reordenación territorial europea, los países del Norte han
mantenido la función productiva y exportadora, mientras los del Sur (como
España) se han especializado en el sector inmobiliario y la industria
turística.
Por lo tanto, sin
restar importancia a la urgencia de pensar y practicar, en todas las escalas,
modelos de desarrollo más centrados en las personas y menos en la acumulación
de beneficio, ¿no sería más justo y democrático exigir un reparto de renta a escala europea en vez de salirnos de la UE
completamente mutilados (dada la especialización productiva) y empobrecidos?
Por último, a muchos nos parece
positivo que "lo nacional" pierda centralidad en favor de pactos
transnacionales capaces de difuminar unas fronteras que, esgrimiendo derechos
de suelo o de sangre, acaban excluyendo a las personas más maltratadas por el
neoliberalismo.
Pensar que no basta con volver a la soberanía nacional
para evitar los males de la UE y recordar que saliendo de la misma seguiríamos
en un mundo neoliberal con una estructura económica profundamente
desequilibrada (y quizá aún más desprotegidos frente a ataques especulativos y
grandes empresas), no significa que no haya que encarar el problema de la
pérdida de control democrático de las instancias políticas y económicas que
deciden nuestras vidas.
El problema de la democracia mundial, del desajuste entre poder
económico y político global, está en la cabeza de todos y todas. Y la necesidad
de construir soberanía alimentaria y economías de cercanía es evidente, igual
que la de tener espacios de decisión y gestión de los recursos más próximos.
Pero si no
enfrentamos estos problemas a una escala mayor, europea y global, corremos,
como poco, dos riesgos: el de no poder
solucionarlos –si el capitalismo se organiza a escalas transnacionales no
parece sensato combatirlo a escalas inferiores– y el de quedar encerrados en
fronteras que fortalezcan opciones claramente xenófobas y eurocéntricas.
La segunda
opción, "democratizar Europa", suele rechazarse por
imposible. Hay quienes piensan que la UE siempre ha sido una huida hacia
adelante de las élites continentales frente a la pérdida de los imperios
coloniales, las victorias de los movimientos obreros y la crisis de la tasa de
beneficio; una forma de esquivar los sistemas representativos estatales y de
coordinar capitales y mando.
La UE obedece, sin duda, a los intereses de las élites neoliberales.
Grecia, asfixiada de forma innecesaria y contraproducente sólo para mostrar el
poder de los acreedores, ha dado buena cuenta de ello.
Pero ¿cómo hacer frente y transformar algo tan vasto, lejano y
poderoso? Determinadas posiciones políticas proponen un movimiento de dos
tiempos: primero "tomar el Estado", después, cambiar Europa.
En relación a Grecia, España –dicen– es un Estado grande e
importante y en consecuencia capaz de imponer algunos cambios; también se habla
de futuras alianzas con otros países del Sur.
Otras posiciones arguyen que de no construir desde el principio
dichas alianzas con habitantes de otros países –"deudores" y
"acreedores"–, cualquier propuesta quedará encallada en un combate de
poder por arriba. Al fin y al cabo un Sur fuerte frente a un Norte unido podría
llevar más a una fractura que a una transformación.
Además, aunque un Sur desgajado tendría sin duda más
posibilidades de arrancar mejor una reconstrucción que un país aislado, también
perdería, no olvidemos, todo la riqueza transferida a los países del Norte
durante los últimos 50 años.
¿Existe "la" opción buena? En nuestra opinión, tras
las jornadas sobre procesos constituyentes para Europa organizadas por la
Fundación de los Comunes en abril, no cabe desechar ninguna idea susceptible de
impulsar procesos de profundización democrática.
A la vez, lo más importante sigue siendo lo que hagamos desde
abajo, pues la pregunta del millón no es la de dentro o fuera, sino la de cómo
construir alianzas y movimientos que presionen al máximo por la democratización
de la UE en todos los países y que construyan, desde ya, alternativas
económicas y políticas en lo cercano, dotándose, al mismo tiempo, de un plan de
emergencia por si la salida o la expulsión se produjera finalmente, con o sin
nuestro apoyo.
Un mapa capaz de situar los avances y sinergias de estos tres
planos en la UE nos colocaría en una posición favorable para construir otro
futuro continental. Las movilizaciones del 28 de mayo y las propuestas de
coordinación como Plan B o Diem25 son, sin duda, buenos pasos en este camino.
Pero lo más importante es que Europa se abra un hueco en nuestras
preocupaciones políticas diarias, que nuestras luchas se alineen con estas
problemáticas: en este terreno, no tenemos otra opción.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net