Represión II a 3 años del ingreso de la Metropolitana al Borda // Fernando Stivala
Viejo pero
nuevito
¿Cuánta
memoria necesitamos para vivir?, ¿qué memoria necesitamos para vivir?
Si
recordamos más de lo necesario para crear, quedamos aplastados y repetimos.
La tradición
es un problema. Obedecer la tradición tal como es dada es la no creación.
Si vivir es
crear y no nos preguntamos ¿porqué hacemos lo que hacemos?, acontece una manera
automática del vivir.
Tampoco es
una apología del olvido absoluto.
Entonces:
¿cómo tejemos puntos singulares sin olvidar algunas referencias necesarias, y
sin aplastar con esas referencias posibles actos de creación?
¿Cómo
construimos algo nuevo en lo viejo, cómo elaboramos algo diferente en todo lo
repetido? No se pueden pensar las cosas nuevas si no se siente que hay algo
nuevo. Una sensación de que puede estar pasando algo. A una misma manera de
sentir solo puedo pensar más de lo mismo. Únicamente cuando siento de otra
manera, estoy obligado a pensar de otra manera.
Cuando la
sensación que habita es la de impotencia, tedio, cansancio, resignación,
aburrimiento, la represión sigue siendo efectiva. No para largarse a llorar depresivamente,
sino para aprovechar signos estresantes que activan a los cachetazos alguna acción
vital posible.
Si algunos
compañeros baleados tuvieron que apelar a una vitalidad reprimida por las
cotidianidades manicomiales ya conocidas, pero también reprimida por las
cotidianidades de las buenas intenciones, ¿no nos debemos algunas preguntas?,
¿no tenemos la obligación de leer esos signos sensibles?
La represión igualó.
Nosotros, ¿diseñamos políticas de transferencia de recursos para
confirmar la distancia entre supuestos débiles y fuertes, o para constituir
experiencias colectivas potentes entre diferentes sin jerarquías?
La ideología
carga con un conjunto de saberes previos y estabilizados, con un entramado de
ideas constituidas moralmente, muy autocomplaciente y con la mejor de las
intenciones; pero que, arruinaría esta posibilidad de creación que dan los
acontecimientos.
Si esos
acontecimientos, como en este caso fue una represión de la policía
Metropolitana en el Hospital neuropsiquiátrico Borda, en vez de aplastarlos con
las exigencias de siempre, nos detenemos a realizar una suerte de diagnóstico
sumamente meticuloso, fino y sensible de los signos; quizás asistamos a un
momento extra moral.
Dicho de otro modo, si no sabes donde te están
cagando la resistencia no existe.
No querer recomponer rápidamente el desorden con lo
conocido, ni mostrar logros autosuficientes.
Los grandes cambios hacen ruido sin modificaciones, los cambios
moleculares funcionan de otra manera. Por eso hay que aprender a mirar. Una
tarjeta de crédito claramente te puede volver más neoliberal que el macrismo. Sin
mucho ruido, de a poco. Por eso no podemos estereotipar lo político. No tenemos
la certeza de por donde pasa. Activar una sensibilidad para ver por donde
circulan los fenómenos.
El sentido
habitual que conocemos de la sensibilidad es receptivo. La capacidad de ser
afectado. Nos reprimen y reaccionamos. ¿Cómo reaccionamos? Rápidamente
acomodamos esas afecciones en consignas conocidas y confirmatorias para no
incomodarnos.
Ahí, esa
vitalidad queda estancada, sujetada y acomodada como las subjetividades manicomiales
que tanto criticamos.
Cuando los cuerpos que habitamos se
encuentran desestabilizados, el miedo tiende a buscar la reconstitución de su
contorno a través del consumo.
A veces, ese consumo puede efectuarse en:
marchas, manifestaciones o festivales.
Lo reactivo
siempre es secundario, obediente, débil y saca su verdad oponiéndose a un amo
que domina.
La peor reacción posible frente a la violencia es la de
víctima.
La
resistencia está ligada a una creación. Despejar la zona para poder crear.
Jugar sin oponerse a alguien. Se resiste para crear, y siempre que se crea es
no obedeciendo a los valores dominantes.
Pelear
contra fuerzas más fuertes que la metropolitana es pelear contra lo que no nos
animamos a pensar y sentir. No para que nos destrocen, sino para que no nos
volvamos mediocres y débiles repitiendo discursos que no le hacen ni cosquillas
al Poder. Esto es comprometerse en serio con las cosas que nos desafían
cotidianamente.
No podemos
pensar algunas cosas porque no las podemos sentir. No las podemos sentir porque
tenemos esas dimensiones escindidas.
Lo
neoliberal o la derecha es la dimensión escindida que no nos permite pensar
donde somos siervos.
Suely nos da
una formulita sin receta: “Primero: «la vulnerabilidad a las
fuerzas», «activar esta vulnerabilidad». Segundo: «poder sostenerse en la
vulnerabilidad y en el malestar en que uno se encuentra por la
desterritorialización que este estado provoca». Tercero: poder quedarse ahí sin
considerarlo negativamente y tener que interpretarlo inmediatamente para
recobrar un sentido. Al contrario, permanecer en ese estado como algo esencial.
Soportar estar ahí para «dar» el tiempo necesario de modo que un sentido-forma
empiece a germinar.”
resistencias
Pavlosky dijo en el ´95 sobre el Fab: “(…)grupo
de resistencia. Micro-política al estado puro. Por eso incapturable. Deviniendo
siempre (...)”
Si las organizaciones pioneras y de vanguardia, en relación a encontrar
espacios de resistencia donde solo hay muerte, no podemos repensar las formas
de Lucha y Resistencia hegemónicas que ya fracasaron, nos perdemos la
posibilidad de generar nuevas formas de fuga.
Posibilidad
obturada al localizar el mal en el afuera impidiendo preguntarnos por los
fracasos. Tenemos una visión optimista-negadora del asunto suponiendo que
estamos del lado del bien. Esto no quiere decir entregar nada, ni mostrar
debilidad; simplemente evaluar las fuerzas que hacen que siga ganando la
derecha. Poder preguntarnos qué y cómo funciona lo neoliberal en los cuerpos
que portamos. Suponer que afuera está el mal y nosotros somos los oprimidos a
colonizar no nos sirve para pensar el presente. Nos adelantan en el pensamiento
los gestionadores de subjetividades:
marketing, coaching, macrismo. Estudiemos lo que estudia Duran Barba, no
para imitarlo sino para resistir ahí, en las microfuerzas. Resistir ahí es
entender que lo que sentimos, pensamos y elegimos está prefigurado por la
lógica que suponemos afuera. Suponer que afuera está el mal y siempre gana es
una postura muy autocomplaciente e infantil. De películas donde están bien
configurados los buenos y los malos. Nos suponemos más buenos que los buenos.
No es un
elogio a la represión. Digo que tenemos que aprovechar estos momentos para
juntarnos a pensar, y no solamente conmemorar, exigir y gritarle a los malos.
Ellos ya tienen un lugarcito para los gritos. Hagámosnos lugar por donde no lo
esperan. Seamos estratégicos. Y esto no puede ser posible si no llevamos el
pensamiento a sus límites dejando de lado las representaciones de resistencia
hegemónicas.
¿Qué
resultado va a dar esta cuenta? No lo sabemos. Pero estamos unos pasos antes
que el “no sabemos”. Estamos empujando por algo que ya sabemos que fracasó.
Que la represión haya devuelto algo de vitalidad a los amigos locos
internados nos da un dato. Nos da el
dato que desde las mejores intenciones decimos “por los pacientes”, por
otros. Luchar siempre por otros es suponerles impotencia. Suponemos impotencia
donde hay vida.
Pero donde hay vida hay potencia. Suponer que esto no es así aunque
fuese desde los lugares más humanitarios es represión.
Represión de la potencia.
Si no podemos pensar algo de eso, entonces sí, los malos siempre ganan.