Las complejidades del proceso de Cambio // Tomás Astelarra
(cómo transformar el “no” en una
esperanza)
Preferiría no hablar de las razones
de la “derrota” del MAS, Evo Morales, y el llamado “proceso de cambio” en
Bolivia. Mas bien hablemos de la esperanza de esta “derrota”. Porque si la
derrota no sirve para buscar en nuestros propios errores y corregir el rumbo,
estamos fritos. Como dijo el gran capitán Obdulio Varela en esa histórica gesta
revolucionaria llamada Maracanazo: “los de afuera son de palo”.
Pensar que un presidente que llegó al
poder desde su humilde lugar de campesino y dirigente sindical tras años de
vivir perseguido por la DEA, la CIA y ser calificado de “narcotraficante” en la
televisión mundial, tras diez años de ejercicio del poder institucional, con un
enorme aparato no solo estatal sino de movimientos sociales y un enorme apoyo a
nivel internacional, puede perder un referendum debido al “imperio” y “los
medios”, me parece un argumento falaz. Al menos menor.
Patear la pelota afuera.
Las “razones” de la “derrota”, que si
se entienden con humildad y pensamiento critico pueden generar una “esperanza”,
deben rastrearse, físicamente, al interior del movimiento, y temporalmente,
bastante más atrás que la campaña por el referendum. Ponele 2008, año en que
gracias a un inédito apoyo de los movimientos sociales y populares en alianza
con sectores intelectuales de clase media (el llamado Pacto de Unidad), el
gobierno del MAS y el Evo Morales logran consolidar su “poder” dentro del
estado boliviano, derrotando las fuerzas imperiales de la Media Luna (gesta
digna de la Guerra de las Galaxias).
Paradójicamente la victoria tuvo
enormes concesiones. Dicen que fue el propio vicepresidente Álvaro García
Linera el encargado de negociar con el sector más moderado del empresariado
cruceño (hoy representado por Rubén Costas) algunas desviaciones en el rumbo
del llamado “proceso de cambio” con el fin de garantizar “la paz” para el país.
Una de esas concesiones fue la reforma a última hora y puertas cerrada de la
nueva constitución, donde se descartó la posibilidad de una democracia directa
fundada en las organizaciones sociales por un esquema continuista de la
partidocracia neoliberal y capitalista. La otra, como denunció el propio
viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz, fue el freno de la reforma agraria
y la apuesta en el oriente (soja, maíz y otros cereales), centro (coca) y
occidente (quinua) por una agricultura extensiva y de exportación. En este
punto se generó una nueva alianza entre los antiguos terratenientes cruceños
(leales socios del imperio, que no solo financiaron la casi guerra civil del
2008 sino también todo los golpes militares que hubo en Bolivia) y los nuevos
terratenientes campesinos quechua-aymara nucleados en las seis federaciones
cocaleras del Chapare (cuyo presidente sigue siendo Evo Morales) y la
Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB),
cuya historia fusiona la mítica lucha katarista de los años setentas con un
prontuario de sangrientas internas, corrupción y abusos de poder en los
noventas y la actualidad. A estos conclaves se le suma la poderosa Federación
Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin), de importante factura
en el esquema de poder del gobierno de Evo Morales. Y también importantes
facturas pendientes con la Pachamama. Por abuso indiscriminado de recursos,
explotación laboral y asesinato sistemático de dirigentes sociales. Eso sin
contar la evasión tributaria. No son multinacionales, pero mantienen la misma
lógica. “Queremos socios, no patrones”, aclara una y otra vez Evo Morales.
¿Socios para que?
El año 2012 marca otro quiebre para
el “proceso cambio”. La represión por parte del gobierno de la VIII Marcha Indígena por la Defensa de los Territorios, la Vida y la Dignidad y los Derechos de los Pueblos
Indígenas, fue la gota que rebalsó el vaso. La caminata desde Trinidad a La Paz
había sido convocada para evitar la construcción de una carretera que
atravesaba el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS) y que
misteriosamente, además de tumbar selva y desplazar poblaciones originarias,
coincidía con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), una viejo
anhelo del “Imperio” (que ahora además de Estados Unidos, se llama Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica, BRICS). El anhelo “imperial” de exportar soja
y minerales brasileños a China coincidía con el de los “lacayos” imperiales en
Bolivia de exportar granos y aceites industrializados a China y coca a Brasil
(segundo consumidor de cocaína en el mundo). Claro que el término “lacayos
imperiales” en esta parte de la historia se empieza a poner difuso. Ya que
incluye a los campesinos “cocaleros” del Chapare transformados en
terratenientes sojeros en Santa Cruz escuchando al vice García Linera decir que
el “buen vivir” es también tener un televisor y mandar a sus hijos a la
universidad y que para eso la única opción es multiplicar por diez la
superficie agrícola aceptando el uso de agroquímicos y en alianza con la
agroindustria cruceña. ¿Y la Pachamama? Bien gracias, cómodamente instalada en
los discursos del Evo en la ONU y las pocos cultivadores de coca orgánica que
quedan en Bolivia frente al avance de los agrotóxicos con el fin de aumentar la
rentabilidad para “vivir bien”.
El TIPNIS marca la ruptura definitiva
del “Pacto de Unidad”, la coalición de movimientos sociales e intelectuales de
clase media que llevaron y defendieron al Evo en el “poder”, de organizaciones
y personalidades fundamentales para este proceso. Por dar una somera lista: el
Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Kollasuyu (Conamaq), la Confederación
de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), el vocero de la Coordinadora del Agua,
Oscar Olivera, los intelectuales de Comuna (grupo de reflexión que integraba
García Linera) y varios ex ministros y funcionarios, incluyendo al intelectua
aymara Felix Patxi, ex ministro de Educación y hoy gobernador de La Paz. La
“derrota” del domingo pudo anticiparse en las elecciones departamentales y de
alcaldes del años pasado, donde además de perder la gobernación en manos de
Patxi (algo asi como la izquierda aymara), el MAS debio dejar la alcaldia de El
Alto en manos de Soledad Chapetón (algo así como la nueva derecha aymara),
aymara, hija de un policía y una comerciante, estudiante de Ciencias de la
Educación, del partido Unidad Nacional (UN), del empresario, ex-ministro del
Goñi Sánchez de Losada, y principal oponente del Evo Morales en las elecciones
presidenciales, Samuel Doria Medina (alias el “Macri” boliviano). Chapetón
representa una poderosa nueva burguesía aymara que contrabandea informática,
vestimenta y automotores chinos, compra chalets en el exclusivo barrio de Cala
Coto o construye palacios neotiwanakotas en El Alto, viaja en cuatro por
cuatro, inunda los shopings y restaurantes de lujo y manda sus hijos a la
universidad privada. Esta poderosa clase comercial aymara ha tenido más de un
enfrentamiento con el gobierno del MAS en su afán de lucha contra el
contrabando y la evasión de impuestos. Una vez empoderados simbólicamente por
el presidente “índigena”, quizás prefieren negociar con la antigua derecha, que
ahora además toca sus puertas y les ofrece los cargos que Evo les retacea.
El “no” no pone en peligro el
gobierno del MAS. En primer lugar porque aún le quedan más de dos años y medio
de gestión. En segundo lugar porque muestra una oposición fragmentada y
dispersa, con intereses a veces antagónicos más allá de posibles alianzas. A
saber: a) antiguos empresarios, terratenientes y políticos de las derecha neoliberal,
b) nuevas burguesías comerciales aymaras (¿de derecha?) no alineadas con el
gobierno, amen de consumidores globales que como en el resto de países del
mundo confían mucho más en la derecha a la hora de mantener sus privilegios
individuales (la tan mentada “seguridad”), c) movimientos sociales,
intelectuales y personas desencantadas del nuevo rumbo extractivista,
antipachamamesco, imperialista, consumista y criminalizador de los movimientos
sociales por parte del gobierno (no es un dato menor la vía libre a la
represión de los pueblos que contiene la nueva ley de Minería aprobada por el
MAS y el acuerdo de Seguridad Interior con el históricamente genocida gobierno
colombiano), d) ciudadanos o campesinos normales hartos del avance en los casos
de corrupción, verticalismo, soberbia y abuso de poder en el MAS. Estos casos
tocan cada vez más cerca al presidente y los líderes de los movimientos
sociales que siguen apoyándolo. Son no sólo numerosos, sino reales, más allá
del uso que de ellos haga el “imperio” y “los medios”.
¿Y si Evo no puede ser reelegido? Al
revés que en el caso de Cristina Kirchner o Hugo Chávez, son varios los
posibles delfines. Por dar un ejemplo: David Choquehuanca, sindicalista,
intelectual y político aymara ligado a la teoría del Buen Vivir y ministro de
Relaciones Exteriores. Uno de los pocos que ha quedado en su cargo desde el
principio del “proceso de cambio”. En su gabinete resisten los defensores de la
Pachamama en el gobierno del MAS, los casos de corrupción no lo han tocado, tiene
buena proyección internacional y apoyo de los movimientos sociales. La única
piedra en el zapato es haber liderado el proceso electoral del año pasado en
que el MAS perdió en el distrito de La Paz. Pero: ¿a que votante u hombre común
le interesan las internas de un partido? Desafortunadamente en estos días que
corren, tampoco son muchos los votantes u hombres comunes a los que les
interesa un proyecto de gobierno. La sociedad individualista y capitalista que
también se ha infiltrado en esta nueva Bolivia “rica” e “insertada en el mundo”
no pone sus ojos en la Pachamama. Compra Evo como compra Coca Cola. Es
permeable a ser convencida, coptada, por el “imperio” y los “medios”. Pero hay
una esperanza, la de esos pueblos originarios que hoy en Bolivia, como en todo
el mundo, están siendo criminalizados por el gobierno. Una verdadera base
social y electoral contra la cual el “imperio” y los “medios”, nada tiene que
hacer. Ni las balas le importan. Así, con esa gente, fue que llegaron Evo y el
MAS al poder. Bueno lo recuerden para reconducir el “proceso de cambio” y
transformar la derrota en esperanza.