“El asalto institucional no es la única vía”. Entrevista a Débora Ávila y Marta Malo
por Izaskun
Sánchez Aroca
En un momento en el que lo electoral y la
inmediatez están en el epicentro del discurso parece complicado trascender las
narrativas dicotómicas que hablan del dentro o fuera, de lo movimentista o lo
institucional. Charlamos con estas activistas sobre las diferentes aristas e
implicaciones de 'asaltar los cielos'.
Tras un ciclo de tres años en las plazas,
¿las luchas se agotan y la única salida es la apuesta institucional?
Marta
Malo: Nosotras ponemos en entredicho la idea de que muchas prácticas hayan
llegado a un techo de cristal y, sobre todo, de que la única vía para romper
ese techo sea lo que se ha dado en llamar el “asalto institucional”. Decir esto
no significa desacreditar esa apuesta, sino simplemente afirmar que los techos
que podrían estar encontrando algunos movimientos no se resuelven en absoluto
con el susodicho asalto. Pasar del espacio de los movimientos a la conquista de
las instituciones del Estado supone un cambio del campo de juego en el que
aparecerán nuevos techos, propios del aparataje del Estado. Por otro lado, es
importante subrayar que el “asalto institucional” es un asalto a las
instituciones del Estado, pero no todo lo que es gobierno, es decir, no todo
lo que modela sociedades, formas de vida y conductas, hoy por hoy, emana del
Estado, y menos en las sociedades globalizadas. Hay muchos otros planos muy
poderosos (que van desde los poderes económicos y financieros al propio deseo
de las personas) que están tejiendo la lógica social neoliberal que hoy nos
penetra. Aquí coincidiríamos con la crítica al estadocentrismo que hace
Foucault.
¿Desde esta perspectiva, lo electoral
está sobrevalorado?
Débora
Ávila: Efectivamente. Qué duda cabe de que con voluntad política se pueden
hacer muchas cosas desde las instituciones del Estado que repercuten en la vida
de la gente. La cuestión es qué cosas y cómo, desde quiénes, contando con qué
apoyos y qué alianzas, con qué contrapartes, bajo qué lógicas, con qué efectos,
materiales, pero también subjetivos. Y, por desgracia, la urgencia de lo
electoral está escamoteando con demasiada frecuencia este debate más de
fondo.
Algunas autoras, como Marina Garcés,
hablan de un desbordamiento del tablero de juego, donde ya no es útil hablar
del dentro o fuera, ni mantener el dualismo instituciones-movimientos sociales.
M.M.:
Es posible que la dicotomía movimientos-Estado no nos ayude mucho a pensar el
momento actual, sobre todo porque ambos pares del binomio aparecen la mayoría
de las veces mistificados. Y es posible también que, tal y como apunta
Margarita Padilla, el pensamiento hacker nos sea de más ayuda, con su idea de
lo multicapa y multicanal. Pero, en todo caso, es importante constatar que hay
lógicas heterogéneas, por ejemplo, entre la PAH y Ganemos, que no tienen fácil traducción
entre sí y que pueden tener sin duda puntos de conexión, pero que es crucial
que estos puntos de conexión no sean de matrimonio o fagocitación de una lógica
por otra.
¿Qué se puede esperar, entonces, de las
instituciones?
D.A.:
Es muy importante romper la idea de que la institución es sólo institución del
Estado. En este sentido, son muy inspiradores los movimientos de renovación
institucional que atravesaron algunos servicios públicos, como, por ejemplo, el
movimiento de renovación pedagógica, donde maestros, familias y alumnos
transformaron radicalmente algunos colegios públicos, en pugna con la Administración ,
reinventando el sentido de lo público y de lo escolar. Hay quien desestima estas
experiencias porque las considera algo muy pequeño, pero son laboratorios de
otra sociedad. No se va a acabar con el neoliberalismo, ni tampoco se va a
lograr mitigar su ofensiva, por decreto del Estado: hace falta una sociedad
movilizada, que esté creando otras formas de vida sostenibles, tangibles, y esa
sociedad movilizada necesita de estos laboratorios.
Es cierto que las pequeñas prácticas
apuntalan grandes cambios y sostienen la vida, pero si van acompañadas de
grandes leyes, que cambien los marcos, es mucho más fácil. ¿Qué ocurre si en el ‘mientras’ no se tejen
alianzas y se pierde el contacto con esa sociedad movilizada?
M.M.:
Puedes cargarte la Lomce ,
la Ley Mordaza ,
el real decreto de exclusión sanitaria y tantas leyes aberrantes. Podrías, también,
hipotéticamente, declarar la deuda ilegítima, introducir medidas que reduzcan
la desigualdad, generar un marco normativo más garantista, que favorezca y
proteja los bienes comunes, en fin, la lista es infinita. Pero, primero, hay
que ver si te dejan, si te dejan de verdad tocar el statu quo, con qué fuerzas
y alianzas cuentas para ello y a qué precio, qué componendas vas a tener que
hacer por el camino. Por otro lado, gran parte de lo que se haga necesitará de
movimientos vivos que lo activen, lo resignifiquen y lo sostengan, que lo doten
de sentido a cada rato. Por último, cuando te sitúas en las instituciones del
Estado y tu trabajo pasa a ser gestionar las más altas esferas de decisión,
corres el riesgo de perder todo el contacto con los tejidos sociales. Incluso,
aunque no lo pierdas, tu contacto va a estar mediado por un diferencial enorme
de poder. Hay entonces todo un reto en generar mecanismos no clientelares de
escucha de esos tejidos sociales, en particular, de los más excluidos, que son
los que conocen de primera mano los efectos más devastadores del sistema
actual. Y si no logras generarlos no te vas a enterar de nada y es muy posible
que inventes soluciones con efectos muy enajenantes e incluso desastrosos. Y es
muy posible también que estés demasiado ocupado en la pelea por mantener tu
posición como para siquiera darte cuenta o querer ver esos efectos. Hay un
diálogo muy esclarecedor entre María Galindo y García Linera, donde ella le
interpela todo el tiempo sobre porqué se ha hecho tan poco desde el gobierno de
Evo Morales respecto a los derechos de
las mujeres: aborto, educación sexual, violencia machista... él le devuelve
todo el tiempo: "la sociedad no está madura", y ella responde: "lo
que pasa es que no hay voluntad política". Y es que las actuaciones cuando
estás en las instituciones del Estado están articuladas en gran medida por la
lógica de la componenda: lo que en el fondo le está diciendo Linera a María es
eso -”el Estado es expresión de las relaciones de fuerza que hay en la sociedad
y no se puede ir más allá, porque te tiran”.
¿El asalto institucional está dejando de
lado otros procesos y luchas sociales?
M.M.:
Antes había un nombre, el 15 M ,
donde todo el mundo se reconocía y no se sentía solo aunque estuviera en una
iniciativa pequeña, porque formaba parte de ese proceso de cambio más amplio.
Ahora que se ha centrado todo en la apuesta electoral, todo lo demás ha quedado
en área de sombra, de ahí que las experiencias se sientan más solas y eso tiene
a veces efectos debilitadores, aunque no siempre. Hay compañeros que están
convencidos que, una vez que se ganen posiciones en los ayuntamientos y las
comunidades, se podrán lanzar iniciativas que favorezcan esas experiencias y
les den mayor aliento. Tal vez. Pero no conviene poner todas las ilusiones en
eso.
¿Cómo vivís este momento?
D.A.:
Es un momento muy interesante. ¿Cómo no alegrarse de que por fin los que nos
han estado saqueando sistemáticamente empiecen a tambalearse, de que vengan
otros y nos traigan un poco de aire? Pero no será un camino de flores: vienen
muchos desafíos y hay que hacerse otro cuerpo, menos inmediatista. Hay que
recuperar la mirada larga, reconectar con las generaciones pasadas y las
futuras, romper con los relatos hiperindividualizados y sentirse parte de algo
más grande que nosotros mismos: parte de ese hilvanarse de las acciones de
hombres y mujeres a lo largo del tiempo, donde una retoma lo hecho por otros,
añade, aporta y regala esa aportación a los que vienen después.
(Fuente:
https://www.diagonalperiodico.net)