El rock como todo llanto (Sobre Redondos. A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey del Colectivo Perros Sapiens, Editorial Tinta Limón)

por Juan Cruz Carrique


En 2002 el canal de música CM realizó un programa especial sobre Los Redonditos de Ricota que repasaba la historia de la banda, proyectaba algunos fragmentos de recitales y recopilaba testimonios de músicos, periodistas y artistas más o menos ligados  a  Patricio  Rey. Entre  esos testimonios  llama  especialmente  la atención el de Mercedes Sosa, que  al ser consultada por el fenómeno ricotero, lejos del comentario complaciente, declara: “Me trajeron siete discos de Los Redondos, y tengo  que decirles que no comprendo nada  de lo que cantan. Nada. Siento que tienen  un misterio, una cosa misteriosa que hace  que sean como una logia. Yo creo que son un mito porque son desconocidas las cosas que cantan. El día que se deshaga, palabra por palabra, lo que cantan se va a terminar el mito.” Paradójicamente, Redondos. A quién  le importa parte de un diagnóstico similar: cuando las canciones pasan a referir a cosas obvias la vitalidad del mito se agota y se vuelve poco interesante. Por eso, para  los autores los misterios no pueden resolverse, pero pueden transformarse en misterios mejores. Con esta adverten- cia, que es también un pacto  de lectura, el colectivo Perros Sapiens (compuesto por  Ignacio  Gago, Ezequiel  Gatto  y Agustín  Valle)  nos introduce  en  un peculiar recorrido por la biografía (política) de Patricio  Rey.

Ahora bien, ¿qué  es lo que tiene  de particular esta investigación? De movida,  el método. Sus autores trabajan  desde adentro, en  y desde el cuerpo de Patricio Rey. No se sitúan a distancia queriendo significar la experiencia y circunscribirla a un sentido. Por el contrario, la apuesta del libro es sumergirse en el misterio de Patricio Rey, asumir la opacidad irremediable de su existencia, y desde allí forzar su apertura al mundo. Atender antes que a sus causas, a sus cauces y a las marcas que la experiencia redonda dejó latiendo en los cuerpos de sus seguido- res. La investigación ricotera es una investigación pasional que no distingue sujeto y objeto: la cosa es nosotros y nosotros somos la cosa.

Así, lo que a priori se presenta como un estudio sobre la singularidad de Los Redonditos de Ricota y su incidencia en la cultura argentina, con el correr de las páginas se va desplegando también como  un manifiesto generacional que sitúa a los autores en un primer plano.  Son sus experiencias sensibles las que [muchas veces] leen el fenómeno redondo y, por ende,  las que a la larga  toman el centro de la escena. Por eso es que no hay referencias a la enigmática vida privada de Solari, o preocupación por las causas de la separación de la banda, como tampoco por el significado original de las letras.

La propuesta consiste, en cambio,  en contar una vida. La vida de ese ser mítico llamado Patricio  Rey, y cómo esa vida crece, se transforma y ¿muere? siempre vinculada  de un modo muy especial al entorno en que se despliega. Una vida que es una experiencia política, ética y estética que abre  grietas en el suelo social.

Bajo esta consigna, el libro se divide en dos grandes secciones: Figuras, que retrata y problematiza los modos singulares con  los que  Patricio  Rey habitó  el espacio público durante su veinticinco años de vida (“masividad clandestina”, “disidencia urbana”, “recital acontecimiento”, “rock cartográfico”); e Historia, donde se elabora, tomando como hilo conductor los diez discos redondos, una relectura de la historia argentina reciente enfocada en las prácticas marginales –o más bien ex-céntricas– que hicieron  carne en la banda  y sus seguidores. Una tercera sección, Apropiaciones, oficia de cierre volviendo sobre la escena política actual para abrir el debate acerca de los usos que durante los últimos años ha hecho el kirchnerismo  del  mito  ricotero  y planteando, además de  cierta  perplejidad,  algunas hipótesis para  pensar la vinculación entre Patricio  Rey y el Estado.

Los Redondos funcionan así como  un disparador para  pensar y conectar la política, la filosofía, el arte  y la historia de un modo singular, encarnado en un cuerpo doblemente real.  En este sentido, las múltiples referencias, más o menos solapadas, a autores como Foucault, Deleuze,  Nietzsche (mucho Nietzsche), entre tantos otros, no deben  ser interpretadas  como  un intento de objetivar,  o sencillamente intelectualizar, la experiencia ricotera. Lo cierto es que lejos están los autores de regodearse en teorías filosóficas, políticas o estéticas  para  darle  mayor  peso a  su investigación.  Estos nombres cuando aparecen lo hacen apenas para  aportar una  palabra, a lo sumo una idea,  jamás para  ser los protagonistas del texto  (de hecho  ni siquiera están citados). En todo caso, si hay una búsqueda al introducir estas referencias es la de desacralizar a estos pensadores, a estas ideas tan filosóficas, y ponerlos a correr fuera  de su campo  específico. La experiencia se aplica  a la teoría y no al revés. De otro modo el mito comenzaría a enfriarse y a perder “su potencia de generar nuevos posibles” (p.215).

El aspecto metodológico se corresponde en este punto  con lo que para  los autores es quizás el rasgo más saliente de la conducta ricotera. Patricio  Rey, se nos dice, no interpreta la realidad, le pone  el cuerpo. Por eso, qué quiso decir no importa  tanto  como  el cómo  lo dijo. De esta manera, el mundo  interior  y exterior de PR se entrelazan y lo biográfico deviene político. Al exponer su cuerpo interviene en la historia y elabora un régimen expresivo propio que desafía el estereotipo de banda  de rock: “La antinomia entre rock  comprometido y rock divertido, entre rock pensante y rock bailable, que organizaba orillas en el esquema de  rock  setentista,  queda  disuelta  con  Los Redondos.  (…)  El rock redondo es un pensamiento crítico  que  se baila.”  (p.83) Patricio  Rey es visto, entonces, como un animal  mañoso que no permite que le asignen un lugar, sino que fuerza  al entorno a acomodarse a su alrededor. Pero antes que un capricho o una moral,  su comportamiento es un modo de la supervivencia. Por eso, raja. Para resistir, primero, a los dispositivos represivos de los setenta y, luego,  a la apropiación mercantil de los noventa.

Esta figura del raje,  central a lo largo  de todo el libro, es tomada por Perros Sapiens para graficar una constante en la conducta de Los Redondos a lo largo de su historia. Una forma de ser que asumen no sólo dentro del rock sino fundamentalmente en el plano estético-político: “Con su música, sus frases, sus imágenes y sus recitales, Patricio  Rey apadrinó un carnaval subterráneo para  sobrevivir la dictadura, una fiesta rabiosa para  atravesar el retorno democrático, y un escepticismo fértil que habitó el agotamiento de la representación sin apatía  ni nihilismo; un raje, siempre, del orden  del día” (p.10). Virtud del libro, entonces, situarnos, a partir  de una  experiencia que nace  en el seno de un género plebeyo  como  es la cultura rock, frente a una narrativa histórica disidente que abre nuevas interpretaciones de lo que fue una era política en la Argentina.

Porque el éxodo  al que  invita Patricio  Rey en  sus letras (“pagá,  mi amor, esto está muy Shangai”) y en la práctica (rock cartográfico que sale de gira por todo el país) se presenta para  los autores de A quién  le importa no sólo como una renuncia a la sociedad oficial sino eminentemente como la enunciación de un modo diferente de organizar las voluntades: “El raje ricotero no es un éxodo higiénico.  Sabe  que fugar  no es borrarse, es elaborar otra  relación con lo que hay, una que lo dé vuelta. Ganar o perder, pero apostar” (p.27). En este sentido, el recital es el acontecimiento que devela  “el orden  urbano que se oculta  en la cotidianeidad” en tanto  que aglutina y expone  una serie de prácticas colectivas que  fisura el orden  de cosas dado.  Allí aparecen las bandas, los pibes de los barrios, ese “nuevo nosotros ricotero”, que  durante los noventa  procesan sus propios códigos y toman  un protagonismo público  que,  como  el libro sugiere, terminará excediendo el momento del recital.

De cualquier  forma,  ante  el riesgo  de  idealizar  a esta nueva  subjetividad, Perros Sapiens aclara que este poder  alternativo que ponen  en juego los rico- teros durante los recitales guarda una ambivalencia inmanente. Así como crea nuevos valores y funda  zonas autónomas donde  la ley no tiene  una  inscripción fija y universal, también se expone  a la violencia y a un peligro de muerte siempre  latente. La experiencia ricotera, entonces, como  modo extático  de la autonomía pero también como superficie de despliegue y condensación del conflicto social.

Bajo esta mirada, el estallido de 2001 es leído en conexión  necesaria con el derrotero de Patricio  Rey. Perros Sapiens ve en las escenas callejeras de diciembre, antes que prácticas rebeldes heredadas de los setenta, la puesta en juego de esos saberes curtidos por las bandas durante la década del noventa  en los recita- les de Los Redondos: el desbande, los saqueos, los pibes aguantando a la cana.

Esto, de más está decirlo,  no quiere  decir que Patricio  Rey sea interpretado como  causa del 2001. Antes bien, la hipótesis de los autores se orienta a pensar la experiencia ricotera como laboratorio y campo  de entrenamiento de una subjetividad política  que  nació  y creció  en la clandestinidad durante la década menemista y que acabó  eclosionando en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. Una  subjetividad  engendrada en  los márgenes que  terminó  tomando por  la fuerza  el  centro geográfico-político  nacional.  “No decimos  que  Patricio  Rey haya sido una causa de 2001; decimos que fue uno de sus primordiales cauces: afluente de una  ola que  venía a inundar lo social con  su sentido y su fuerza. Espacio de gesta, de politización  de lo proto-político” (p.199).

Que luego de este acontecimiento Los Redondos se disolvieran es algo que para  los autores, visto a la distancia, no sólo era  presumible sino necesario. El animal  que había transitado siempre caminos alternativos quedaba expuesto, a la vista de todos, proclive a ser capturado. Tal como lo es hoy en día. De allí la súplica de Perros Sapiens: que por favor no se vuelvan a juntar.