¡Un sovietólogo en la Rosada!Un sovietólogo en la Rosada!

por Rosa Lugano


El jefe de gabinete de Cristina, Jorge Capitanich, ha declarado al diario Página/12: “Yo siempre repito una frase de Perón cuando decía que la Revolución Rusa tenía cuatro etapas: la toma del poder, que atribuía a Trotsky; la fase doctrinaria que le correspondió a Lenin; la fase dogmática que fue la de Stalin, y la institucional, de Kruschev. Esta etapa del peronismo le corresponde un afianzamiento institucional. En democracia la toma del poder no es revolucionaria sino a través del voto popular. Después, una etapa doctrinaria para plantear objetivos que deben ser aceptados por la mayoría del pueblo, y después una etapa dogmática para fortalecer esos principios. Ahora llega la etapa de carácter institucional, para que estos grandes cambios sean apropiados por la mayoría del pueblo argentino. Eso se logra generando conciencia sobre estos cambios.”

La secuencia es clara, aunque precisa de algunas aclaraciones para ser rotunda. En primer lugar, Trotsky, revolucionario socialdemócrata ruso, se integró a las filas del bolchevismo unos años antes de la Revolución de Octubre bajo el liderazgo de Lenin. Tanto en la frustrada  revolución de 1905, como en la del 17 fue presidente del soviet de San Petersburgo (o Petrogrado). Fue un dirigente esencial en la insurrección y, ya en el poder, en la constitución del Ejército Rojo. Esa historia apasionante está muy bien contada por el propio Trostky en su intento autobiográfico titulado “Mi vida”, recientemente editado en una versión óptima por el IPS (hay que agregar que Trostky fue además un enorme escritor: no por casualidad sus compañeros lo llamaban “Pluma”).

No hubo, pues, una etapa trotskista “de la toma del poder” y otra “leninista”, ya en el poder, más doctrinaria. Sin embargo, podemos entender, en las primeras estaciones de la secuencia del inesperado sovietólogo Capitanich que Néstor Kirchner sería mutatis mutandi una suerte de Trotsky/Lenin de la Argentina del período 2001 (año de la insurrección) hasta el 2007.

Lo realmente revelador sucede en la segunda mitad de la secuencia. En ella, Cristina aparece como una nueva Stalin, y él mismo como un nuevo Nikita Krushev. Podemos imaginar lo molesto que pueda ser para la presidenta esta comparación. Stalin fue un fiel ladero de Lenin antes de la toma del poder por parte de los bolcheviques. En una reciente edición en español del libro “Lenin. La construcción del partido” de Toni Cliff sobre la historia del partido bolchevique se revela que Josef Stalin realizaba heroicas expropiaciones al frente de un comando clandestino en la ciudad de Tiflis. Tras dirigir la URSS con mano de hierro y vencer militarmente a la Alemania nazi, Stalin murió en el poder en 1953, año en el cual se cocinó la subida al poder Krushev. El nuevo presidente comunicó al mundo, en el año 56 –XX Congreso del Partido Comunista de la URSS- los crímenes de la era de Stalin. Cientos de miles de asesinatos políticos, de detenidos en campos de concentración, juicios amañados contra la vieja guardia bolchevique, uso de la policía secreta para asesinar opositores en otras partes del mundo (en 1940 el agente de la KGV, Ramón Mercader asesina al mismo Trotsky en Coyoacán, México).

Nikita Krushev fue el presidente soviético de la guerra fría con occidente y de la vía pacífica al socialismo, periodo en el cual se sucedió la llamada “crisis de los misiles”, cuando la URSS desarmó su base militar en la Cuba revolucionaria para descongelar vínculos con el imperialismo norteamericano, en épocas de Kennedy (política de coexistencia pacífica denunciada entonces por el presidente Mao). En aquellos años Fidel Castro y Ernesto Guevara repudiaron a Krushev en público mientras las movilizaciones populares gritaban “Nikita mariquita, lo que se da no se quita”.

Si hubiésemos de proyectar esta historia de la URSS –que vía Perón se convierte en inusitada metáfora del peronismo- hasta los años actuales, bien pudiéramos imaginar que el sucesor del Coqui Krushev sería un Brehesniev, quien vino a anunciar la llegada de la URSS al comunismo, luego del periodo de desarrollo de las fuerzas productivas de la era socialista, para luego pasar a la historia como el período del gran estancamiento. Scioli, claro está, está pintado para eso. Más para acá, Gorvachov intentó revisar las estructuras con la famosa perestroika y la glasnot: ¿Agustín Rossi, Urtubey?. Como todos recordamos, tras el fracaso de la “reestructuración” siguió el neoliberalismo desembozado (Yeltsin): ¿Massa? Para finalmente recaer en el firme mando de la dictadura de Vladimir Putin. Esta es la cuestión que deja planteada involuntariamente Coqui: ¿Quién se prepara para vestir las ropas de la dictadura capitalista? ¿Cómo se prepara la lucha autónoma de las masas para enfrentar “a los enemigos del pueblo”, esos que siempre hablan de defenderlo?