Entrevista a Giuseppe Cocco: “Un país como Brasil no se sustenta sin una producción y reproducción sistemática del miedo"


Militante, cientista político y profesor universitario, Giuseppe Cocco señala que las manifestaciones callejeras están en un momento de intermediación entre la explosión inicial de junio y la constitución de un nuevo orden de cosas. Según la evaluación del italiano, las manifestaciones callejeras ocurridas en todo el país a partir de junio son la primera huelga general metropolitana. Para entender el argumento, presentado en conferencia en el Sindicato de los Docentes de las Universidades Federales del Estado de Ceará (Adufc), en julio, es necesario tener en cuenta el disparador de las marchas.

Iniciadas por el aumento de los pasajes en los transportes urbanos, se terminaron volcando hacia otras cuestiones, tanto estructurales como coyunturales. La idea de Cocco es que, con la economía mucho más volcada a los servicios que a la industria, el transporte es el elemento esencial para estar inserto social, económica y culturalmente en las ciudades. Dentro de esto, las manifestaciones son “la cara más salvaje” de los dos gobiernos de Lula. Estallan por las manos de la nueva clase media, que ahora exige más de los gobernantes, y ponen al PT un problema que la presidenta Dilma, según Cocco, no ha sabido resolver. Partiendo de ese contexto, afirma que las protestas cuestionan nuestra democracia, son un punto de inflexión entre la destrucción de los viejos órdenes y la constitución de uno nuevo y son una radicalización democrática, lleno de un disenso que no debe ser unificado sino, por el contrario, comprendido.

Cocco analiza también los Puntos de Cultura como una iniciativa importante de auto-organización  popular de la multitud, afirma que no existe “vandalismo” sino “aquel del poder” y clava: “Esta violencia es la construcción de la paz”

¿Qué es lo que las manifestaciones dicen acerca de nuestra democracia?

Podemos abrir la reflexión sobre el tema de la democracia en varias direcciones. Por un lado, la represión determina una mayor movilización –inclusive una movilización radical. Todas esas manifestaciones tuvieron una participación de jóvenes más o menos determinados a la confrontación, claramente inspirados por un cierto tipo de exasperación con respecto a los cambios, al hecho de que los cambios estén colocados a largo plazo, de que toca esperar, pero también con inspiración en lo que sucedió con las Revoluciones Árabes y en Estambul. Y, en estas movilizaciones, vemos a los sectores jóvenes, desorganizados o no tradicionales, yendo hacia el enfrentamiento y afirmando que esto no es una verdadera democracia. Lo cual es verdad.

Y aunque, en un principio, la mayoría de los manifestantes fuesen del movimiento estudiantil, de clase media metropolitana, rápidamente hubo una movilización de jóvenes de la periferia que también tiene acceso a la universidad, pero por las políticas de inclusión del gobierno (Prouni, Reuni, expansión de la enseñanza técnica…), que entraron en esa brecha criticando la democracia y practicando otra democracia. Democracia es esa posibilidad del conflicto, de que acontezca el conflicto, de decir: “Yo quiero ir hasta el estadio. Si la policía hace una barrera para que permanezca a cuatro kilómetros para que nadie pueda vernos, voy a encontrar una manera de que todo el mundo lo vea. Yo quiero protestar”. Es una práctica de democracia que se llena con otro contenido, donde los conflictos puedan acontecer y no sean gobernados como estos son gobernados ahora.

Pero nuestra democracia es bipolar, es una gran conciliación entre los partidos, una dinámica que hace a los gobiernos todos iguales con pequeños matices. Por otro lado, la regulación de los pobres continúa siendo ultraviolenta, basada en el poder de excepción de una policía que puede matar al pobre cuando quiera. Este movimiento, más allá del tipo de política de la movilización, abrió una brecha, colocando a la democracia en un terreno más material y dándole un nuevo contenido.

¿Qué indicios dan las manifestaciones de lo que puede ser esa nueva democracia que se anhela?

Con certeza, las manifestaciones que continúan apuntan para otro horizonte, que es el de la radicalización democrática. La democracia no es la pacificación en el sentido del miedo y de la armonía como necesario terreno para escamotear la lucha de clases, la lucha entre diferentes intereses. La democracia es el espacio donde esa lucha puede acontecer sin que signifique una violencia generalizada o el retorno al totalitarismo. Lo paradójico de la izquierda del poder y de sectores de izquierda que sentían que estaban con el movimiento fue decir que las movilizaciones eran fascistas –cuando en verdad, es la postura del estado ante esto. Después de esta fase formidable de manifestaciones masivas, el movimiento pasa por una fase de difusión, que puede ser un reflujo, como en Sao Paulo que ya no acontece casi nada más, o puede ser una difusión como otra respiración, la experimentación de otros movimientos. Para que efectivamente esa radicalización democrática pase del momento insurreccional, que es destituyente, al momento instituyente, necesita encontrar espacios, medidas, métricas adecuadas.

¿Usted encuentra que estamos en este período?

Sí. Estamos en esta inflexión. Las ocupaciones que han surgido en las Cámaras y Asambleas Legislativas son los primeros momentos en este sentido. Hubo en Porto Alegre, en Belo Horizonte, en Espírito Santo, en Belém. Después hubo una multiplicación de asambleas populares, plenarios. En Rio de Janeiro está lleno. Nadie sabe cuántas reuniones están efectivamente sucediendo. También puede suceder que en esta inflexión el movimiento se va diluyendo o refluye.

¿Cuál es la diferencia entre estas reuniones ahora y las reuniones que siempre ocurrieron en las periferias de las ciudades, con los movimientos sociales?

La diferencia es enorme. En primer lugar, este movimiento no viene de la nada. Ha habido generaciones de militantes, de organizaciones que en el movimiento se juntaron. Pero fue el terreno de una transformación antropológica que llevó a mucha gente a creer en las manifestaciones, en sí mismas, en el uso de las redes. Las características son que las movilizaciones tienen mucha gente, cuando antes usted tenía apenas los segmentos organizados –incluso de los márgenes del MST, Sin Techo, Tercer Sector-; eran siempre esas redes que multiplicaban los momentos de resistencia, pero no conseguían masificar. El momento electoral partidario, de las grandes organizaciones sindicales, prevalecía con un cuadro de desvalorización, cooptación y represión de movilizaciones pequeñas. Incluso las movilizaciones descentralizadas, tienen en la actualidad cerca de 300 o 400 personas. Existe una gran determinación de participación, una generación completamente nueva. Esto significa que la crisis de representación no es solamente del gobierno, sino de todas las formas organizadas, inclusive del MST, etc. No significa que fueran impugnados directamente, pero quedaron completamente desplazados ante esta práctica.

Entonces, ¿cómo conjugar ideas tan antagónicas al respecto, por ejemplo, de economía, política, derechos humanos?

El verdadero problema es que, para lidiar con eso o pensar esta dinámica de lo destituyente a lo instituyente, es preciso (lo cual no es fácil, la reacción automática de los partidos y del gobierno va en sentido contrario) renunciar inicialmente a conjugar eso. La característica de este movimiento de multitud es que no se unifica. La verdadera política adecuada ante eso sería abrirse a dejarse atravesar por un movimiento de multiplicidad de iniciativas. Ningún partido, ni siquiera de extrema izquierda, estaría en condiciones de hacerlo, porque por definición, tienen un modo de funcionamiento unificado, sintetizado. Francamente, si yo estuviese en el gobierno, tampoco sabría qué hacer. Pero hay horizontes que la gente podría definir como horizontes posibles.

¿Cuáles?

El gobierno federal, que tiene más condiciones, podría, aunque ya ha pasado el tiempo, haber divisado en ese movimiento un guiño hacia la izquierda y haber hecho una reforma ministerial que habría sido una reforma en términos de comunicación, simbólica, pero que marcase esa apertura. Por ejemplo, colocando en los Derechos Humanos una figura reconocida por su historia y su práctica, construyendo el ministerio de la Ciudad y el Transporte juntos, colocando una figura reconocida del movimiento de reforma urbana, reorganizando también el ministerio de Cultura. Esos tres momentos habrían sido fundamentales. El PT no tiene esa capacidad, esa lucidez. La presidenta Dilma, todavía menos. La cosa curiosa es que el gobierno de Lula tiene experiencia de política de la multitud, de la multiplicidad, que fue destruida por Dilma. Ella no le dio la menor bola. Para ella, el problema es la mega-represa. La política de los Puntos de Cultura es un ejemplo de la política de la multitud. Usted usa un recurso público, doblegándolo al reconocimiento de las dinámicas de auto-organización  que existen en la sociedad.

¿Cuál es el lugar de la violencia y de los enfrentamientos en las manifestaciones?

La violencia es un terreno de organización del poder y organización del poder en torno de algo bien específico que es el miedo. Un país como Brasil no se sustenta sin una producción y reproducción sistemática del miedo. El nivel de desigualdad, de injusticia, de miseria que caracteriza a todas las ciudades brasileras sólo se sustenta porque el poder está organizado en torno al miedo. No es casualidad que, en ciudades como Río de Janeiro, exista una tropa de elite que tiene como símbolo la calavera, es decir, la muerte. Estas manifestaciones fueron de un nivel diferente, una determinación de no ser rituales. Uno de los mecanismos de masificación fue que, desde el inicio, ellas contenían un elemento de radicalidad que implicaba el hecho de decir: “Nosotros no vamos a manifestarnos de manera ritual. Vamos a marcar nuestra presencia incluso enfrentando las limitaciones que el estado nos impone y eventualmente atacando algunos símbolos del poder”. Eso pegó.

¿Cómo se entiende lo que se llama “vandalismo”?

Creo que la gente debe deconstruir el término. No existe ningún vandalismo a no ser el del poder. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene hablar de vandalismo en San Paulo después de todo lo que sucedió con aquellas centenas de muertos ligados al enfrentamiento entre la Policía Militar y los comandos de criminalidad organizada, las matanzas que ocurrían en toda la ciudad? El término vandalismo es una hipocresía más de los medios de comunicación que no se miran al espejo. El vandalismo aquí es una pura invención mediática. En Río de Janeiro, por ejemplo, cuando la gente habla de lo que es la gestión del gobernador Sergio Cabral, del prefecto Eduardo Paes y del ex-prefecto César Maia, podemos hacer una lista de más de diez grandes inversiones, cada una de ellas más o menos billonarias, tiradas a la basura. Una o dos ventanas, un  mobiliario urbano roto es menos que nada ante la Ciudad de la Música, construida por César Maia, que costó por lo menos medio billón y está cerrada hace más de cuatro años. Está allí, enorme, gigantesca, en el medio de un mar de favelas en el medio de Barria da Tijuca, cerca de Cidade de Deus. Algunos comercios rotos por aquellos de Cidade de Deus es nada delante de ese medio billón que no tiene ningún uso. El Maracaná fue rehecho en 2007, rehecho ahora y, después de la Copa del Mundo, será rehecho de nuevo para los Juegos Olímpicos. Es una fiesta vandálica. Los vándalos están en el poder. Fueron los muchachos quienes dieron y siguen dando a estas manifestaciones una característica alejada del ritual o el vacío de una procesión, que repite una liturgia para que los dirigentes continúen con sus negocios. Eso dio a este movimiento su dinámica y caracterización innovadoras.

Hay un involucramiento de los propios cuerpos de los manifestantes en el enfrentamiento…

Sí. En tanto enfrentan la radicalización de la policía para que la manifestación no sea limitada, ritualizada, esclavizada, defienden la manifestación con el propio cuerpo, y la política de la multitud aparece como la política de los cuerpos. No más la política de los números de las estadísticas electorales. Cosa que no entra en la cabeza de Dilma y del PT, que continúan consultando a los agentes de marketing. Este movimiento destruyó todas las funciones matemáticas y estadísticas usadas por el marketing, por los economistas. Porque los cuerpos no son números. Ellos interactúan según otra dinámica. Podemos utilizar la metáfora del amor, el amor que tienen estas luchas. “Existe amor” no es un decreto, sino una constitución que pasa por la lucha. Es la lucha que constituye al amor.

¿Qué es lo que lo que la “multitud” enseña al “pueblo”?

El pueblo no existe más en tanto pueblo, sino en tanto fragmento. El otro lado de esa existencia del pueblo en tanto fragmento –que en Brasil conoce por causa del subdesarrollo- reaparece en la forma de constitución de hacerse de la multitud. Ese hacer escamotea la problemática del pueblo. La multitud no es pueblo. La violencia de la multitud es una violencia de resistencia. Si, por un lado, tiene una determinación de radicalización para que la manifestación no sea ritual, por otro, el comportamiento de ese grupo más radical, muchas veces de la periferia, sin ninguna centralización, funciona como un enjambre. Ellos permanecen allá, se juntan, se expanden. Su práctica de la violencia es defensiva. Hay imágenes increíbles de ese enjambre de jóvenes subiendo con vallas, barras de hierro, piedras contra los carros de la policía, incluso caminando encima de los carros blindados. ¿Por qué pueden hacer eso? Esos, que suben, conocen este carro blindado que mata todo el día en la favela. Porque, en la avenida, tenía la condición de hacer eso sin que el carro lo matase. Es un odio contra la policía asesina; y también destrucción del miedo y la construcción de una verdadera paz. No hay paz con miedo. La paz es de los ciudadanos que no tienen miedo. Esta violencia es la construcción de la paz.

¿Cómo entiende la relación entre la crisis de representatividad que alcanza a los partidos políticos y el odio a los medios de comunicación, con autos de la prensa quemados y hostilización a los periodistas? ¿Las dos cosas forman parte del mismo movimiento?

En primer lugar, los medios de comunicación sólo lograron permanecer en estas manifestaciones de manera camuflada. Por eso se llevaron muchas balas de goma. Hubo una gran cantidad de periodistas heridos. La izquierda y el PT  decían que era un movimiento manipulado por los grandes medios de comunicación de derecha. Cuando los manifestantes atacan la Red Globo, como sucedió en Leblon, dicen que son infiltrados, vándalos. Ellos lloran por la campaña mediática de la asignación mensual, pero no pueden ver el hecho de que la multitud es profundamente enemiga de los medios de comunicación porque la identifica con todo el sistema de poder del estado. Si existe un rechazo de los partidos a estas manifestaciones, existe un odio a la policía, al estado, que es equivalente al odio a los medios de comunicación. La cuestión de los partidos es porque los movimientos son irrepresentables. Si un partido pretende imponerse, porque cree que tiene una bandera limpia como el caso de la izquierda opositora, de la extrema izquierda, como el PSTU, éste es visto como una imposición. Si se impone, es visto aún de peor manera –como fue el caso de los sindicatos. El rechazo a las banderas de afuera no significa rechazo de formas de organización y constitución. La fase por la que pasa el movimiento en este momento, es la de decir: “Bueno, una vez que la gente cuestiona sistemáticamente todas las formas de organización, ¿cómo es que la gente se organiza? Nadie sabe cómo.

En la época del lanzamiento de Mundobraz, usted afirmó: “La crisis está abierta, ella puede ser una perspectiva de construcción de otros valores. En ese horizonte está la posibilidad de construir (…) una esfera de lo común”. ¿Las manifestaciones están construyendo esa esfera de lo común?

Todavía no. Ellas señalan una esfera que no es ni aquella estatal, ni aquella del mercado. Son profundamente antiestatales, contra la representación; y profundamente contra el mercado, contra el capitalismo. Este movimiento tira la ropa de todo el mundo. Todo el mundo queda desnudo, hablando un montón de mierda. Pero creo que señala para ese territorio de constitución de lo común. Sólo el movimiento inventa, sólo la lucha enseña. Ese movimiento transmuta todos los valores. Antes del movimiento, eso que yo decía permanecía en la indiferencia, como un dato folclórico, interesante, en el régimen de la producción artística. Ahora se puede decir: “Está allí”. Aunque el movimiento pueda pasar ahora por un reflujo total, es un evento único que abre todos los horizontes de lo posible.

Traducción: Santiago Sburlatti