Una clase de capitalismo en serio
Entrevista a Raúl Zibechi
por Lobo Suelto!
Andando y andando,
buscando donde respirar, llegué a lo de Don Raúl Zibechi, del otro lado del Río
de la Plata. Por
lo que me contaron, el periodista tuvo acceso privilegiado a lo sucedido en el
encuentro de dos de las tres presidentes claves de este mundo: Ángela Merkel y
Dilma Rousseff y, a partir de allí, a una nueva actitud geopolítica del Brasil.
Lo que sigue es la conversación que, a pesar de hablar lenguas tan distantes,
mantuvimos ayer por la tarde en un café de la calle Tristán Narvaja.
LS: ¿Qué pasó en esa entrevista que mantuvieron Dilma
Rousseff y Ángela Merkel el pasado 5 de marzo en Alemania?
RZ: -Fue tensa y poco cordial. La presidenta de Brasil se viene quejando
del tsunami monetario, como bautizó la política monetaria expansionista de
Europa y Estados Unidos, que perjudica la industria de los países emergentes.
Se despachó contra la política económica especulativa que impulsa la canciller
alemana y advirtió que Brasil es una economía soberana y, por lo tanto, tomará
todas las medidas para protegernos. El objetivo de Rousseff fue demostrar que
los países centrales están tomando medidas proteccionistas, a las que consideró
una forma artificial de protección del mercado. Hasta se permitió darle
lecciones a la alemana: es importante que los países desarrollados no hagan
políticas monetarias expansionistas, sino políticas de expansión de las
inversiones, porque eso mejora la demanda interna.
LS: ¿Eso quiere decir que para comprender la
política interna brasileña hay que prestar atención al modo en que se gestiona
la crisis de los países europeos?
RZ: -En su comparecencia ante la Comisión de Asuntos Económicos del Senado, el Ministro
de Haciendo, Guido Mantega, dijo que si Brasil no hubiera tomado medidas para
evitar una revaluación del real la cotización del dólar habría caído hasta 1.40
(hoy es de 1.80) y toda la industria brasileña ya estaría quebrada, no tendría
condiciones de competitividad y no conseguiría exportar nada. El ministro
recordó que los países del norte inyectaron 9 billones de dólares en la
economía, y que ante la devaluación de sus monedas, que considera una guerra
monetaria, Brasil no puede hacer el papel de tonto. Hasta ahora la principal
medida, además de la compra masiva de dólares por parte del Banco Central,
consiste en la ampliación del impuesto a las operaciones financieras, de 6 por
ciento a las transacciones a menos de cinco años, y no a dos como antes. El que
quiera que tome préstamos a más de cinco años, que son más saludables al ser
para inversiones, dijo Mantega, al anunciar que se profundizarán medidas para
impulsar la industria y las exportaciones.
LS: ¿Y cómo repercuten esta actitud de Brasil?
RZ: -Apenas conocerse la noticia, el Financial Times, vocero del
capital financiero internacional, tituló que Brasil declaró la guerra de
divisas contra Estados Unidos y Europa. El artículo finaliza advirtiendo sobre
guerras comerciales masivas en el horizonte como resultado de las políticas en
curso. En el mismo momento que el gobierno brasileño ingresaba en la guerra de
divisas, la Casa Blanca
suspendía el contrato que había ganado la brasileña Embraer en una licitación de 20 aviones de ataque Super Tucano por
355 millones de dólares para la fuerza aérea de Estados Unidos. Si Embraer lograba ingresar en el selecto
grupo de proveedores de la principal fuerza aérea del mundo, se hubiera
consolidado como industria aeronáutica militar. Embraer es la tercera empresa del mundo en aviones civiles, detrás
sólo de Boeing y Airbus, pero recién este año consiguió ingresar en la lista de las
100 mayores empresas militares del mundo, ocupando el puesto 94.
LS: ¿Sugerís que se ha iniciado una ruptura
mayor entre EE.UU. y los países llamados desarrollados y Brasil y los países
del ex tercer mundo?
RZ: -La cancillería brasileña, habitualmente comedida, no ocultó su
desagrado, en especial por el momento y la forma, semanas antes de la visita
oficial de Rousseff a Wahington. Pero el dato mayor es otro: la cancillería
asegura que esa decisión no contribuye a la profundización de las relaciones
entre los dos países en materia de defensa. Este año Brasil decidirá la compra
de 36 cazabombarderos de última generación, y lo hará entre el Rafale de la
francesa Dassault y el F-18 Super Hornet
de la estadounidense Boeing. La
preferencia siempre fue por el Rafale, aunque es mucho más caro, porque Francia
asegura una completa transferencia de tecnología, sin precedentes en la
industria militar. En septiembre de 2009 el presidente Lula firmó un acuerdo de
cooperación militar por el cual Brasil ya comenzó la construcción de submarinos
convencionales y nucleares, y de helicópteros militares, aplazando por el
momento la compra de los cazas. El acuerdo convierte a Brasil en potencia
industrial-militar y parte del selecto grupo de países capaces de fabricar
submarinos nucleares y cazas de quinta generación. Algo que no es del agrado de
Washington.
Dos hechos nuevos deben constatarse. En las relaciones entre Brasil y
los países del norte hay un nuevo tono. El modo como Rousseff encaró a Merkel
habla por sí solo. Los países desarrollados quieren canibalizar a los
emergentes, dijo la presidenta, lo que no vamos a permitir. En el terreno
militar es igual. El jefe del estado mayor de las fuerzas armadas, general José
Carlos de Nardo, habló el 20 de marzo ante 44 oficiales que pasaron a
desempeñarse en el Ministerio de Defensa: “No hay lugar para conflictos en
América del Sur. Podemos enfrentar pequeñas crisis en nuestras fronteras, que
resolveremos con el traslado rápido de efectivos”. Agregó que el continente
posee abundancia de hidrocarburos, recursos hídricos, producción de alimentos y
biodiversidad, y que el papel de Brasil consiste en contribuir en el proceso de
disuasión continental contra la codicia de las potencias extranjeras. Más
claro, imposible. Cuando un país del tamaño de Brasil decide ingresar en una
guerra como la monetaria, es porque está preparado en todos los terrenos para
afrontar las consecuencias.
El segundo hecho es que la región camina a
marchas forzadas hacia una creciente convergencia política, económica y
financiera. La guerra monetaria en curso es apenas el anticipo de la división
del mundo en bloques comerciales, en un ambiente de crispado proteccionismo que
comenzaría a plasmarse hacia finales de este año. La Unasur puede comenzar a
debatir, en cualquier momento, sobre una moneda común, por la necesidad de
defenderse en un mundo de creciente inestabilidad que está buscando
alternativas al dólar.