Mantra de la revuelta

por Franco Berardi (Bifo)

El 15 de febrero de 2003, cien millones de personas marcharon por las calles del mundo por la paz, exigiendo que la guerra contra Irak no devastara de forma permanente la faz del mundo. Al día siguiente el presidente Bush dijo que no le importaba nada toda esa gente (yo no necesito de “focus groups”) y comenzó la guerra. Sabemos cuál fue el resultado.

Después de esa fecha el movimiento se disolvió, ya que era un movimiento ético; el movimiento de la gente de bien que en el mundo rechaza la violencia de la globalización capitalista y la violencia de la guerra.

El 15 de octubre en buena parte del mundo salió a las calles un movimiento igualmente amplio. Aquellos que dirigen las organizaciones que mantienen depauperadas a las personas sonríen nerviosamente y dicen que están de acuerdo con quienes se enfadan ante la crisis, siempre y cuando lo expresen cortesmente. Están nerviosos porque saben que este movimiento no se disolverá, por la sencilla razón de que el levantamiento no tiene únicamente razones éticas o ideológicas, sino que se basa en la materialidad de un estado de precariedad, de explotación, de empobrecimiento creciente. Y de rabia.


La rabia a veces alimenta la mente, a veces se manifiesta como psicopatía. Es sin embargo inútil predicar a los enojados, porque eso los enoja más. Aunque no sobran razones para escuchar a la razón, en tanto la violencia financiera está produciendo una rabia psicopática.

Un día antes del evento del 16, en una entrevista publicada por un periódico llamado “La Stampa”, declaré que en mi opinión lo mejor era que la manifestación en Roma no tuviera enfrentamientos, para hacer posible que la experiencia terminara en acampada. Las cosas no resultaron así, pero no creo en absoluto que la movilización haya sido un fracaso sólo porque no terminó como yo esperaba.

Un incontable número de personas se ha manifestado en contra del capitalismo financiero que intenta descargar su crisis sobre la sociedad. Hasta hace un mes, las personas veían la miseria y la devastación producida por las políticas del neoliberalismo como un fenómeno natural; inevitable como las lluvias de otoño. En el transcurso de unas pocas semanas el rechazo del liberalismo y del financierismo se ha colocado en el conocimiento de una parte decisiva de la población. Un número creciente de personas, de mil maneras diferentes, manifestó su enojo; a veces incluso desde la autoderrota, ya que muchos pensaron que el suicidio es mejor que la humillación y la miseria. 

He leído que algunos se quejan de que la rabia le estorba al movimiento de la Piazza San Giovanni y a sus carrozas de colores. Pero el movimiento no es un juego en el que se deba seguir un guión. El guión está en constante cambio y el movimiento no es un sacerdote ni un juez. El movimiento es un médico. El médico no juzga la enfermedad, la cura. 

Quien esté sólo dispuesto a salir a las calles cuando las cosas estén ordenadas y no haya peligro de revolverse con los violentos, será mejor que en los próximos diez años permanezca en casa. Sin embargo, no esperen sentirse mejor por quedarse en casa; la violencia llegará allí también. Ni siquiera a manos de la policía o de los fascistas; sino a manos de la pobreza, del desempleo y de la depresión. Y puede incluso que también de la mano de los agentes de la justicia. 

Por lo tanto, es mejor prepararse para lo inesperado. Es mejor saber que la violencia infinita del capitalismo financiero en su etapa agonizante produce psicopatía, así como racismo, fascismo, autolesiones y suicidio. ¿No le gusta el espectáculo? Es una pena, porque no se puede cambiar de canal. 

El Presidente de la República dice que es inadmisible que se rompan las ventanas de los bancos y que se queme un camión en marcha a toda velocidad, como un carrusel asesino. Sin embargo, el presidente cree que es admisible tener como Ministro a un hombre juzgado por sus ligas con la mafia; tan es así que le firma la nómina, aunque a regañadientes. El Presidente de la República considera admisible que un Parlamento comprado con el dinero de un sinvergüenza siga legislando sobre la piel de la sociedad italiana; tan es así que no disuelve las Cámaras corruptas. El Presidente de la República considera que es admisible aprobar leyes que destruyen los contratos colectivos; tan es así que las firma. Por lo tanto, me importa un bledo lo que el Presidente considere inaceptable. 

Camino entre los psicópatas y los violentos por la sencilla razón de que la enfermedad se agudiza si la sufrimos todos. Les pregunto a unos y a otros, sin tanta vuelta: ¿creen que quemar bancos terminará con la dictadura de las finanzas? La dictadura de las finanzas no está en los bancos; sino en el ciberespacio, en los algoritmos y en el software. 

La dictadura de las finanzas está en la mente de todos aquellos que no pueden imaginar una vida libre de las formas del consumismo y la televisión. 

Camino entre las personas a quienes la rabia ha vuelto irrazonables, y les pregunto: ¿creen que el movimiento puede ganar la batalla entrando en la trampa de la violencia? No somos un ejército de profesionales dispuestos a matar, y esa disputa violenta se la tendríamos que ganar a los profesionales de la guerra. 

Pero, como he dicho, sé que estas palabras no tendrán un efecto mayor que aquellas con las que se predica a los pájaros. 

Lo sé, pero sostengo lo que digo. Lo digo y lo repito, porque sé que en los próximos años vamos a ver mucho más que un par de bancos con vidrios rotos o de camiones en llamas. La violencia está destinada a extenderse por todas partes. Y habrá violencia sin pies ni cabeza; de quienes pierden su empleo, de aquellos que no pueden enviar a sus hijos a la escuela, e incluso la violencia de aquellos que no tienen nada que comer. 

¿Por qué deberían escucharme a mí, los que odian a un sistema tan odioso que es sobre todo odioso no acabarlo de una vez? 

Mi deber no es aislar a los violentos; mi deber como intelectual, como activista y pensador proletario es encontrar una salida. Sin embargo, para buscar una salida debo estar donde el sufrimiento es mayor, donde la violencia está al máximo, a tal grado que se manifiesta en sordera, en psicopatía, en auto-destrucción. Debo acompañar a la locura suicida en su recorrido manteniendo el espíritu claro y la visión clara ante el hecho de que aquí no hay otro culpable que no sea la sistemática rapiña. 

Nuestro deber es inventar una forma más eficaz de la violencia, e inventarla rápido; antes de la próxima reunión del G20, cuando en Niza se reúnan los hambreadores. En esta ocasión no los persigamos, no vayamos a Niza por enésima vez para expresar nuestra rabia impotente. Vayamos a miles de lugares en Europa, a las estaciones, a las plazas, a las escuelas, a los grandes almacenes y bancos, y activemos los megáfonos humanos. Una niña o un anciano jubilado gritarán las razones de la humanidad defraudada, y cientos a su alrededor repetirán sus palabras, para que otros las repitamos en un mantra colectivo, en una ola de toma de conciencia y solidaridad que encierre a los hambreadores en su remolino y se lleve su poder sobre nuestras vidas.

Un mantra de millones de personas derribará los muros de Jericó, mucho más eficazmente que un piquete o que un cóctel molotov.